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Lêdo Ivo: "El poeta lleva dentro todos los hombres"

Poeta, novelista, cuentista, cronista, ensayista y periodista, Lèdo Ivo es uno de los grandes nombres de la poesía brasileña moderna. Es autor de una amplia obra que incluye narraciones, ensayos y un fascinante tomo de memorias. Entre sus libros de poemas traducidos al español están La aldea de sal, Calima, Plenilunio y Rumor nocturno. En 2009, su obra Réquiem fue galardonada con el premio Casa de América y en 2011 recibió en León el premio Leteo por crear una poesía “cargada de conciencia social”. En conversación con EL SIGLO en Madrid revela que “tal vez sea la poesía mi razón de ser y existir”

—Le apetece brindar un verso suyo al lector de esta entrevista?

—(Silencio). Brindaré con tres: A verdade está na terra / Nos navios ancorados / Ao longo do cais (La verdad está en la tierra / En los navíos anclados / A lo largo del muelle).

—¿Sabe quién es?

—Es difícil saber eso. Uno es uno y es aquello que piensa que es. Y uno es lo que el otro piensa que uno es. Nos hacemos con esta doble imagen: una real y la otra imaginaria. Aunque nadie sepa dónde empieza la realidad o termina lo imaginario. Schopenhauer decía que el mundo es la representación que cada uno hace de él. Ése es el problema. Hoy vivimos en una época de incertidumbres. Guerras absurdas. Hambre. Crisis terribles. Retrocesos. Un mundo cada vez más kafkaniano como si la propia vida real –la vida despierta– fuera la pesadilla para millones de seres humanos. Quizá como si el propio mundo en el cual todos vivimos fuera un mundo virtual del cual no sabemos cómo escapar. Ésa es mi visión. Y dentro de este mundo yo no sé lo que soy, ni quién soy.

—¿Considera que la infancia es perenne?

—Sí. Es la base de lo que soy y es fundamental en mi obra literaria. Es un tesoro inagotable. Me acompaña siempre. Pero no sólo mi infancia. De parte materna desciendo de la comunidad indígena Caetê Marim, los más belicosos de la región de Alagoas. A la sazón, soy el único escritor brasileño antropófago de pura cepa. Es por eso que toda mi poesía gira en torno a mi infancia, adolescencia y, principalmente, de la tierra y de la gente del lugar donde nací.

—¿Tiene grabado en la memoria algún recuerdo infantil determinante?

—Sí. Cuando era niño, una noche, mi padre nos llevó a mí y a mis hermanos a una feria. De pronto perdí la mano de mi padre y por algunos minutos me quedé perdido llorando sintiendo la soledad. Desde la infancia tengo un sentimiento de pérdida, de estar continuamente buscando algo que no sé lo que es. Acaso este sentimiento de pérdida ha marcado mi poesía.

—¿Fue esta pérdida la que le ha llevado a encontrar la poesía?

—No. Pero esta pérdida figura en mi poesía como un leitmotiv. Es un sueño, abyección, que surge en innumerables versiones. Todas las personas tienen sus abyecciones. Muchas las esconden o no tienen la oportunidad de expresarlas. El sueño tiene una gran importancia en la vida de las personas.

—¿Recuerdas el primer libro que leyó?

—Sí. Los Tres Mosqueteros del francés Alejandro Dumas. No obstante, el que más me fascinó y me nutrió en la infancia fue Los piratas de las Bermudas del italiano Emilio Salgari que escribía maravillosas historias de aventuras. Como yo nací en una ciudad frente al mar, desde la infancia y adolescencia tengo un sentimiento de evasión, como si mi vida se fuera a realizar más allá de la ciudad en que nací: Maceió. Más adelante, esas experiencias –de la infancia y de la adolescencia– se han convertido en lenguaje, en obras escritas. Fue así que descubrí que la vida tiene un guión, una historia. El propio mundo también tiene su guión. Entendí que una de las funciones del escritor es contar historias.

—¿Estructurar experiencias, pensamientos en lenguaje?

—Exacto. El poeta, el escritor, el músico, el pintor, el arquitecto son personas dotadas del don artístico, que es al mismo tiempo un don de la expresión personal y de la comunicación.

—¿Por qué es poeta?

—Probablemente porque nací poeta. El poeta primero nace, después se hace. A la par con el don, el poeta necesita una formación intelectual armoniosa. La poesía es la conjunción del talento individual y la experiencia personal con la tradición en el sentido del conocimiento universal. Y como soy un poeta brasileño, me inclino a la evidencia de decirte que la literatura brasileña no tiene proyección mundial ni un legado de muchos autores esenciales. Todavía está siendo construida. Tenemos que buscar formación, información y sugerencias en otras literaturas. Son pocos los autores brasileños del talante de Machado de Assis, Euclides da Cunha, José Lins do Rego y otros. No se la puede comparar con la literatura portuguesa, inglesa, francesa, alemana o al esplendor de la española, que es la más rica del mundo: Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Antonio Machado, García Lorca. Quizá sea Cervantes el mayor y mejor escritor de la humanidad.

—¿Cómo encuentra la inspiración para su obra literaria, en particular la poesía?

—¿Inspiración o transpiración? No es una cosa que entra y sí una cosa que sale. No creo en la inspiración, pero no dudo que exista. Yo no puedo escribir un poema cuando, como y donde quiera porque es el poema el que viene a mí como una especie de acumulo interior que, de pronto, se transforma en lenguaje con su estructura, forma y rima, como si yo hubiera sido visitado por mí mismo. El hombre visitado por el poeta.

—¿Usted encuentra al poema o el poema le encuentra a usted?

—Es difícil contestar a eso. La poesía tiene dos temas fundamentales, desde el inicio del mundo hasta hoy: la celebración del mundo de la vida y del paisaje y de la condición humana, aquello que Voltaire denomina human condition. En este sentido, el poeta es un hombre que lleva dentro a todos los hombres. Todos los hombres habitan dentro de mí. ¡Siempre!

—¿El poeta es el otro?

—Sí. El poema sólo se realiza plenamente cuando es leído y comprendido por el otro.

—¿Cómo se relaciona con él: el otro?

—Procuro relacionarme bien aunque yo entienda que el mundo es un mundo coactivo y que muchas personas no aceptan la diferencia, la singularidad. No todos los seres humanos son porosos con los sentimientos de fraternidad, de entendimiento, de diálogo.

—¿Tiene miedo del poeta que lleva dentro?

—No. Tal vez sea la poesía mi razón de ser y existir. La utilidad de mi existencia está en mi trabajo.

—¿Quién encontró a quién: usted al poeta español Juan Carlos Mestre o él a usted?

—(Risas). Es una historia curiosa. Hace algunos años, el desaparecido poeta leonés Antonio Pereira fue a Brasil. Por circunstancias inexplicables, desde el primer momento nos hicimos amigos. Hasta le llevé a pasar un fin de semana en mi finca. La habitación que le destiné – dijo él– estaba llena de luciérnagas. Hasta me confesó que no consiguió conciliar el sueño durante toda la noche porque quedó hechizado mirando la luz de las luciérnagas. Incluso ha escrito un poema muy bonito sobre esta experiencia. Cuando él regresó a España trajo consigo algunos libros míos para divulgarlos entre los poetas jóvenes españoles. Fueron exactamente estos jóvenes como Mestre, Guadalupe Grande y muchos otros quienes se interesaron por mi poesía. Entonces, gracias a Pereira, a las luciérnagas la luz a Mestre, mis libros empezaron a ser traducidos en España. Fue una cosa inesperada y eso me alegra mucho, justamente en un tiempo para mí donde la noche ya ha caído y el cielo está lleno de constelaciones.

—¿Qué piensa del movimiento de los indignados (15-M) que nació en mayo de 2011 en Madrid y contagió el mundo?

—Es un movimiento muy importante y que me interesa y preocupa mucho. Sólo tiende a crecer aquí en Europa y Estados Unidos. Después de leer el maravilloso libro ¡Indignaos! de Stéphane Hessel me he quedado impresionado. Es un libro que he comparado con Teoría de la Relatividad de Einstein. En ¡Indignaos! está la chispa. Este movimiento va a contribuir a una especie de cambio global. No sabemos qué cambios ocurrirán, apenas sabemos que el cambio habrá de ser hacia un tipo de sociedad en la que el dinero no sea la esencia, la semilla, la cosa más importante… Otros valores pueden ser implantados. ¡Son posibles! Estamos viviendo la efervescencia de un nuevo mundo.

—¿Tiene carnet de partido político?

—(Risas) No. Hoy vivimos en una época en la cual los ismos se acabaron.

—¿Sin excepciones?

—Sí. La característica del hombre moderno, después del fascismo y del comunismo, es que se generó una nueva doctrina en la cual las multitudes siempre colocan sus esperanzas en determinados políticos individuos de un partido que acaban decepcionándoles. Enseguida, eligen otros, de otro partido, y pasa lo mismo. Es un círculo vicioso. Las multitudes están siempre buscando un nuevo camino. Los políticos viven de eso. Posiblemente este nuevo camino sólo puede ser descubierto a través de la indignación, en ese proceso de los indignados del mundo del cual hablamos antes.

—¿Quién manda más hoy en el mundo?

—Los banqueros.

—¿Qué piensa de las guerras?

—Tengo horror a las guerras. Son fruto de las injusticias y del hambre del hombre de apropiarse de las cosas de otros hombres.

—¿Cómo convive con el paso del tiempo que vuela?

—(Risas). El tiempo que pasa y vuela es una de las marcas de mi poesía. Eu sou o que passa (yo soy lo que pasa). Y el símbolo de este tiempo es el agua que lleva siempre las imágenes de la vida, que es fluidez y renovación.

—¿Es un hombre feliz?

—Cuando yo era joven era amigo de la escritora brasileña Clarice Lispector. Una vez ella me envió una pequeña carta, cuando yo aún era joven, que rezaba así: “Sea muy feliz. Y haga versos”. Nunca he pensado en ser muy feliz. Continué haciendo versos. Tal vez, como consecuencia de hacer versos, yo soy feliz.

—Soy testigo de que en las bibliotecas públicas madrileñas los libros de Lispector son codiciados. “Soy una invitada de la literatura”, decía ella.

—En Estados Unidos y Reino Unido Clarice Lispector se está convirtiendo en un fenómeno como Franz Kafka. Un Kafka tropical. Luminoso. Quizá va a ser la gran contribución de la literatura brasileña del siglo XX a la literatura universal. Una figura solitaria, sufrida y misteriosa. Un mito. Admirable. Tengo nostalgia de ella.

—¿Le apetece brindar otro verso suyo para el lector de esta entrevista que llegó hasta aquí?

—(Silencio). Mesmo quando sozinho caminho entre os homens (mismo cuando sólo camino entre los hombres).

Jairo Máximo
El Siglo de Europa,
nº 987. 1–7 de octubre de 2012